viernes, julio 15, 2005

El arte del autoengaño

A petición de mi novia fui el pasado fin de semana a Expo Infinito, evento organizado por el canal de cable del mismo nombre que dedica su programación a temas, en su mayoría, de tipo esotérico y ocultista. Me llevé una decepción.
Esperaba ver a verdaderos artistas del engaño: personas expertas en convencer a los demás de las cosas más increíbles con tal de vender sus productos. Pero la mayoría eran simples vendedores mediocremente informados sobre sus productos. Si le preguntabas a la vendedora de Flores de Bach cómo funcionaba su mercancía, se limitaba a exponer la serie de beneficios que supuestamente proporcionaban. Si insistías en querer saber cuáles eran los principios curativos de las sustancias, simplemente repetía lo mismo: "te ayudan a armonizar tu cuerpo y tu conciencia, a aliviar el estrés, a darte energía". Y lo mismo era en la mayoría de los stands, donde varios ni siquiera habían tenido el cuidado de tener buena ortografía.
Ávido lector de James Randi , me llegué a imaginar en alguna encarnizada discusión con algún charlatán profesional, hecho que nunca ocurrió.
Lo triste es esto: la gente está tan ansiosa por tener algo en qué creer, que los charlatanes ni siquiera tienen que esforzarse mucho: la gente se engaña sola.
Estoy empezando a sospechar que de verdad se acerca una nueva edad oscurantista...

martes, julio 05, 2005

Memín, los gringos y la Comic-Sans



La reciente controversia que despertó la inclusión de Memín Pinguín en los sellos postales mexicanos me hizo reflexionar en un punto: ¡Cómo nos gusta a los mexicanos que se hable de nosotros!

¿Estereotipo?
¿Es el buen Memín un estereotipo? Sí, y pesado. Cuando Yolanda Vargas Dulché y Sixto Valencia crearon a Memín en 1940, lo hicieron inspirados en "esos simpáticos negritos cubanos", y lo hicieron con las características que, al uso de la época y según su entender, identificaban a un negro: labios enormes, nariz chata y una apariencia corporal ciertamente simiesca. Era un estereotipo desde entonces, pero en México nunca ha habido una comunidad negra suficientemente numerosa como para organizarse y quejarse, así que se le dejó pasar.
Dejendo aparte la cada vez más delicada y litigiosa sensibilidad norteamericana, debo decir que México no debió haberse defendido de las críticas estadounidenses diciendo que Memín no era un estereotipo, sino más bien admitiéndolo y diciendo, con todo candor, que Memín Pinguín es un personaje indispensable en la historia del cómic mexicano. Que, como estereotipo que es, se instituye como representante inexcusable de una época en la historieta y en el arte de nuestro país.

El gusto de que hablen de uno
Pero el punto que más me llama la atención no es la ya conocida gana de enchinchar de nuestros vecinos, sino lo mucho que nos complace que estas cosas sucedan. La verdad.
Tengo la sensación de que muy, muy en el fondo, sea cual sea nuestra postura al respecto, cada uno de los mexicanos a los que nos interesó la noticia, sentimos una satisfacción, una especie de gusto por darnos cuenta de que somos capaces de hacer algo que es capaz de perturbar a gente influyente más allá de nuestras fronteras. ¿A poco no? Es como una gratificación adolescente obtenida al comprobar que, aunque sea en aspectos nimios, podemos crear un impacto más allá de nuestra área de influencia usual. "¡Qué padre, hasta la BBC habló de Memín!"
No digo que ésto sea malo, pero es un punto sobre el que vale la pena reflexionar: ¿Tiene México un complejo de inferioridad? ¿Somos un país adolescente?
¿Y si éste gusto por que hablen de uno lo tratáramos de cultivar de maneras más productivas y trascendentes?

La Comic sans
Lo que sí me parece imperdonable del gobierno es el haber usado la horrenda tipografía Comic Sans para los timbres postales. Los muy ingenuos pensarían que, por su nombre, debe de ser una fuente que se usa en los cómics. ¡Pues no! ¿Cuéndo han visto un cómic con diálogos en altas y bajas cuya tipografía parezca hecha por un niño reprimido? ¡Cambien eso, os imploro! Les sugiero usen algo más parecido a las que vende Blambot o la Edible Pet. O hasta la Ki Cómic, que, sin ser la mejor, es más adecuada para un cómic que el adefesio tipográfico de la Comic Sans.

¡Saludos!